Cuatrerismo Infantil

Remontémonos a casi dos años atrás, cuando esta misma configuración de pescadores se trasladó a San Nicolás de los Arroyos en busca de tarariras. En aquella oportunidad los padres cometimos el “error” de ser generosos, bondadosos (tal vez sobreprotectores), y dejamos que estos dos pequeños individuos pescasen a destajo, ocupándonos casi solamente de su seguridad y descuidando nuestra propia pesca.
Ahora bien, pasados casi dos años de aquella jornada, los señoritos estaban agrandados como… como lo que se les ocurra. “¡Que nosotros pescamos más que ustedes!”, “¡Que yo ya sé pescar!”, y otros comentarios por el estilo sonaban frecuentemente desde aquella jornada. Lo único que faltaba era que nuestros propios hijos nos dijeran “mancos”. Así que era tiempo de darles a los enanos una buena lección.

Llegamos a Gualeguay donde nos encontramos con el amigo Jorge Cot. El plan era dejar pescar a los chicos, pero ahora con mayor independencia y permitiendo más el error, y demostrarles así que con su pedantería no iban a llegar muy lejos.
De la salida anterior quedaba en la memoria de los chicos que “el” señuelo, el único señuelo, era una rana anti-enganche negra y amarilla, “la rana taxi”, como ellos la llaman desde aquel día. Claro que aquella vez el ámbito era otro, y ese señuelo que les sirvió en esa oportunidad ya no era tan efectivo en este nuevo escenario donde la vegetación de superficie no estaba tan presente. Así que respetando lo planeado, salieron a la cancha con sus maravillosas ranas taxis, mientras nosotros empezábamos a clavar tarariras, una tras otra, con cranks, crawlers, cucharas, etc. Los chicos tenían piques, pero no tantos, y además perdían muchos de esos piques.

A media mañana el score venía bastante abajo para ellos. Se acercaba el mediodía, así que hubo que poner una cuota a cumplir: cinco capturas como mínimo para poder acceder al almuerzo. Y ahí aprendieron, un poco a la fuerza, que en este escenario el antienganche ya no era tan efectivo como otros señuelos. Se dieron cuenta que tenían que cambiar el señuelo. Aparecieron un popper, que hubo que aprender a usar, y un crank de subsuperficie que lograron destronar a la famosa rana taxi. La cuota fue cumplida justo, con bastante trabajo y un poco de ayuda, pero al menos fue una ayuda más indirecta.

A la tarde se animaron a más y empezaron a entender por qué llevamos muchos señuelos cuando vamos a pescar. Usaron otros cranks, paseantes y hasta jigs, y se dieron cuenta que eran muchísimo más efectivos en ese ámbito que los antienganche.
Otra de las cosas que aprendieron fue a observar, a observarnos. Aprendieron que iban a tener la necesidad de pensar más, de buscar alternativas, de imitar al de al lado. Tuvieron que aprender a cambiar solos el señuelo porque nosotros ya no dejábamos de pescar para ayudarlos a ellos y los estábamos llenando de escamas.
Pero como aprenden muy rápido, también se dieron cuenta, lamentablemente, que cuando uno erra un pique, si tira a ese lugar es probable que la tararira vuelva a atacar, e inauguraron así la nueva etapa en su vida de pescadores: el cuatrerismo infantil. Aprendieron también a robarle el pez al de al lado.

Todo eso lo aprendieron tratando de competir con nosotros. Pasamos un día magnífico. Nos divertimos mucho. Los chicos aprendieron mucho. Y nosotros aprendimos que para que ellos aprendan hay que dejarlos que se equivoquen un poco, y no darles todo servido en bandeja. La única cosa en la que aún hay que asistirlos es en el desanzuelado y devolución de los peces, ya que aún no tienen la habilidad y el cuidado necesarios, con lo cual la operación puede volverse peligrosa y terminar con algún dedo lastimado. Pero con un poco de práctica aprenderán eso también seguramente. En algunas salidas más de seguro nos llenarán ellos de escamas a nosotros, y esta vez será en serio. Y nos quedará ya muy poco por enseñarles.
Agradecemos a Jorge por el maravilloso día que pasamos y por la asistencia constante, sobre todo con los chicos.

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