Las Barrancas de Santa Elena

Santa Elena es una ciudad ubicada sobre unas imponentes barrancas en la margen del río Paraná. Cuando empecé a idear estas líneas eran lo único que me venía la mente y, como no podía ser de otra forma, surgió naturalmente el título de este artículo.
Santa Elena es una ciudad que creció alrededor del frigorífico, pero hoy busca cambiar su matriz económica y ha encontrado en el desarrollo del turismo la posibilidad de reinventarse. Y se nota: sus calles limpias y una costanera muy cuidada son la demostración de que se quiere hacer sentir al visitante en un lugar muy agradable en todo sentido. Se nota mucho laburo al respecto. Valga una mención al enorme trabajo de Claudio Mazzone en este sentido.

Pasemos al tema importante, la pesca. El jueves 5 partimos temprano del embarcadero Diego, Omar y yo, con la compañía de Milton y Claudio Medina (¡lo que nos divertimos con estos muchachos!). Comenzamos a recorrer el pesquero aguas abajo. Zonas de palos, puntas de isla y playadas fueron donde realizamos los primeros intentos. Recién en el río tomamos dimensión verdaderamente de la belleza de las altísimas barrancas sobre las cuales se erige la ciudad (si largué la caña e intenté unas fotos fue porque quería guardarme el recuerdo, y eso no me sucede muchas veces). Como los primeros lugares, aunque prometedores no pagaron piques, rumbeamos a pescar las piedras que están en la zona del pie de la gran barranca. Aquí la cosa comenzó a cambiar. Para toda esta zona de piedras utilizamos la técnica habitual de picar la misma con cranks y minnows de paleta, que son los que mejor se adaptan a esta estructura. Rompen un poco las manos, pero llegar rápido al fondo y trabajar en forma vertical ocultando los triples los hacen ideales. Si bien la mañana transcurrió con algunos piques y la captura de unos buenos dorados, la actividad no fue continua.

Mientras bajábamos golpeando la barranca, Claudio y Milton nos comentaron que en esos días habían encontrado un lugar que en el que habían obtenido respuestas de… ¡tarariras!, pero que había que atravesar un poco de barro para llegar (jajajaja, para mí que pensaron que no nos queríamos embarrar). Como nos íbamos a comer un asadito en la isla, la idea fue encarar el lugar justamente en el momento de la preparación. Calzamos la botas, los bolsitos tarucheros y a la carga. El lugar era un desborde de un arroyo con un camalotal al costado. El agua estaba bastante clara y casi con ausencia de vegetación, lo que posibilitó hacer una pesca muchas veces a pez visto, incluso seguir los movimientos antes de tomar el señuelo; en fin: un mini paraíso taruchero. La cantidad de tarariras era excelente, muy sanas y, sin palometas que las asediaran, picaban con una certeza inusual para esta altura de la temporada. Utilizamos todo tipo de señuelos de superficie y algunos que bajaban sólo un poco; fue un festival, particularmente un popper fue mi muñeco más efectivo, porque les jugaba mucho con la velocidad para hacerlas acertar. La ausencia de vegetación permitió jugar con muchas cosas. Llegó el momento del asado y dejamos las taruchas para una próxima ocasión.

Vuelta a la barranca y a seguir golpeando, derivando en busca de uno de los pesqueros más tradicionales de la zona: la Piedra Mora, una formación rocosa muy grande a unos cincuenta metros de la costa que hace que el agua se acelere como en ningún otro lado formando unas correderas tremendas. La gran presión de pesca a la que se ve sometido ese lugar hace que el abordaje sea momentáneo y muy puntual, pero el lugar es muy lindo.

Hasta ese momento la pesca había estado muy dura, pero seguimos pescando río abajo y ahí comenzó a cambiar la cosa. El paisaje después de la Piedra Mora cambia radicalmente, ya que se pierde esa gran barranca para convertirse en una zona de bajos y barrancas chicas con mucho árbol caído y sauces sobre la costa. A eso de las 5 de la tarde el pique se puso firme con señuelos que tuvieran mucho movimiento y no profundizaran tanto; los tiros tenían que ser muy puntuales pero pagaban piques y capturas. Esto y la tremenda buena onda de los hermanos Medina hicieron que la jornada se alargara y se alargara tanto que regresamos de noche a la bajada de lanchas. En fin: una jornada laboriosa pero con un muy lindo sabor de tarea cumplida.

Al día siguiente los chicos de Santa Elena nos organizaron una nueva salida por la tarde, esta vez con Alesio Romero. La estrategia de esta segunda salida fue bajar golpeando toda la barranca desde la ciudad hasta la Piedra Mora. Esta vez el pique no acompañó tanto, sólo pudimos obtener doradillos chicos, y nuevamente lo mejor se produjo a ultimísima hora, con lo cual volvimos a finalizar la jornada de noche. Es de remarcar que, a pesar de la falta de pique, la actitud de Alesio fue destacada, ya que buscó y se movió todo lo posible. Los que saben pescar saben que estas cosas suceden. Personalmente atribuyo esta inestabilidad en el pique a los continuos cambios climáticos que estamos teniendo en estos días.

En resumen y para concluir, Santa Elena me parece un pesquero con un gran potencial y mucho para desarrollar, seguramente en condiciones de estabilidad climática y niveles del río (había estado creciendo), se podrán conectar dorados de mayor tamaño con el plus de un entorno paradisíaco. Además tiene la pesca de tarariras en pañales, una hora bastó para comprobar que puede ser un muy buen pesquero. La ciudad tiene una muy linda costanera y dispone de muy lindos lugares como para pensar también en ir acompañados por la familia. Opciones hay para todos los gustos y está muy pujante la cosa.
Quedan muchos lugares por recorrer y conocer. Las majestuosas barrancas de Santa Elena nos verán volver seguramente pronto para seguir disfrutando de su gente, su belleza y su pesca.

Agradecimientos:
A Mario D´Andrea, Nery Graglia, e Iván Casterán (Fiera), quienes nos taladraron diciendo que teníamos que ir a conocer Santa Elena.
A Milton y Claudio Medina, por ponerle tanta actitud y buena onda a la pesca; realmente la pasamos de diez y nos divertimos muchísimo (viste, Claudio, le emboqué al palo que me dijiste ¡y salió el dorado!).
A Javier Caballero, por colaborar con la organización de la segunda salida, y al Alesio Romero, por la gran actitud y predisposición para buscar los dorados, fue un accidente no encontrarlos, cosas de la pesca.
Gracias a todas las personas que nos hicieron pasar unos días espectaculares y finalmente un gracias gigante a Claudio Mazzone, quien, como dice Diego, es una de esas personas que HACEN QUE LAS COSAS PASEN, se nota que querés mucho a tu ciudad y luchás muchísimo por ella, aunque no hayas nacido allí, es sin dudas la que elegiste.

Texto: Guillermo Iván Spajic
Fotos: Omar Civale, Diego Aprigliano, Guillermo Iván Spajic

4 Respuestas

  1. Omar Civale dice:

    Excelente trabajo amigos, como siempre.
    Abrazo grande.

  2. Fiera dice:

    Exelente Nota amigo !!!
    Santa Elena tiene esa magia… que te quiere hacer volver y busca el “Grande” que siempre esta escondido entre sus PIEDRAS y BARRANCAS !!!

  3. Kind dice:

    Qué linda nota, Guille, pero sobre todo qué lugar hermoso y encima con buena pesca! Al ver las fotos se entiende perfectamente el efecto que tuvieron en vos esas barrancas.
    Un abrazo!

  4. Tremenda nota! Felicitaciones por la pesca realizada y disfrutada. Un abrazo muchachos!!! Víctor.