Nuevos apuntes de un tarufán obsesivo

Continuando con el espíritu de los primeros “Apuntes de un tarufán obsesivo”, quiero ahora ampliar y corregir algunas cosas que afirmé en esa nota e incorporar otras nuevas que aprendí la temporada pasada, en la que otra vez me dediqué a pescar tarariras como un poseso. Por supuesto, mis observaciones no son de ninguna manera reglas, sino sólo consejos que pueden funcionar o no según la situación de pesca. Algunas de esas observaciones son producto de mi carácter obsesivo, pero la mayoría no son deducciones propias sino hurtos de lo que les vi hacer a otros pescadores más experimentados con los que tuve la suerte y el privilegio de pescar.
Como hice con los apuntes anteriores, voy a organizar éstos por tema.

Sobre mi experiencia la temporada pasada
Analizando en retrospectiva puedo decir que tuve la suerte de conseguir algunas capturas de muy buen porte, tanto de hoplias malabaricus (tarariras comunes) como de lacerdae (tornasoles), así que para mí fue una temporada heavy.


En cambio, si la pienso desde los señuelos que usé, debo reconocer que tuve una temporada soft: en general pesqué con artificiales blandos, en especial ranas antienganche. Al principio utilicé ese tipo de señuelos por las condiciones de los lugares donde pescaba, pero me dieron tan buenos resultados que me fui fanatizando y terminé pescando con softbaits antienganche incluso donde no era necesario hacerlo.

Sobre algunos señuelos y cómo usarlos
Tanto me fanaticé con los artificiales blandos que si hoy me preguntaran por los señuelos imprescindibles para la pesca de tarariras, respondería que los básicos esenciales son solamente dos: una cuchara giratoria número tres y una rana antienganche. No pretendo subestimar los demás señuelos (de hecho en la nota anterior destaqué que contar con variedad de artificiales es muy importante y lo sigo creyendo), sino resaltar que con esos dos, usándolos juntos o por separado, se pueden pescar taruchas en todos los ámbitos, mientras que los demás señuelos no son tan versátiles, funcionan según las condiciones del lugar donde se quiera pescar. En cambio, con la rana sola pescamos en superficie tanto si hay vegetación como si no la hay, con la cuchara sola pescamos en aguas abiertas desde subsuperficie hasta media agua e incluso más abajo, según cuánto tiempo la dejemos profundizar antes de empezar a recoger, y con la cuchara ensamblada a la rana podemos pescar tanto en ámbitos vegetados como en aguas despejadas en todo el rango de profundidad hasta rascar el fondo si es preciso1. Además, este ensamble de señuelos suele ser muy efectivo en dos sentidos: por un lado recibe muchos ataques porque le encanta a las taruchas, o sea que es efectivo para el pez, y por otro lado disminuye la dificultad de la clavada con la rana antienganche, o sea que es efectivo para el pescador porque, como lo que llama la atención suele ser la acción giratoria de la cuchara a profundidad variable, por lo común la tarucha sigue al artificial y lo ataca desde atrás (a diferencia de las ranas solas que, por trabajar en superficie son acechadas desde abajo y reciben ataques desde todos los ángulos, por lo cual el pescador debe esperar unos segundos antes de cañar para que la tarucha pueda acomodar la rana en su boca). Y no hay que olvidar que también podemos usar la rana con cuchara de otra manera: en vez de recoger de forma constante para que la cuchara gire, podemos dejar que el señuelo profundice y luego darle dos o tres tirones cortos, que desplazan y levantan al artificial, y después hacer una pausa para que la ranita vuelva a bajar, de esa manera la cuchara no gira, sino que aporta brillo y color y sobre todo lastre para acelerar el hundimiento.


Esta técnica usada con la rana con cuchara o con cualquier soft montado en un anzuelo offset lastrado, ya sea porque lo compramos así o porque le ponemos peso nosotros (yo uso un plomito pasante de 7 gramos abierto a lo largo con una sierra y luego cerrado con una pinza sobre la pata del anzuelo), la usé y comenté en la nota anterior, pero durante esta temporada derivó en lo que terminé llamando “la arrastradita” y que me ha permitido pescar incluso cuando las tarariras están bien abajo y reticentes a atacar. La idea es dejar que el señuelo antienganche lastrado baje hasta tocar fondo y recién entonces empezar a recoger lentamente un trayecto breve, para que el artificial revuelva el barro del fondo y genere una niebla en el agua que llama la atención de las taruchas porque parece la huida de algún bicho por el fondo; luego hay que dar dos o tres tirones cortitos para que el señuelo se eleve y salga de esa nube turbia, con lo que queda expuesto a la vista del depredador, y entonces hay que dejarlo bajar suavemente al fondo otra vez. Durante ese descenso es que suele atacar la tararira. Claro que a veces trabajar con los señuelos en el fondo trae sorpresas y se prende algún bigotudo.


Además de “la arrastradita”, otro recurso que puede funcionar cuando están remisas o aletargadas para atacar, es agregar a la rana antienganche un anzuelo simple que va montado con un gusano atrás del cuerpo de la rana, con lo que se consigue alargar el señuelo para que lo tomen las taruchas cuando tienen reacciones más lentas. En otras circunstancias es un recurso excesivo, cuatrero, pero cuando están remolonas y reaccionan tarde puede ser una solución.
Con respecto a la acción de las ranas solas en superficie, durante esta última temporada pude confirmar algo que advertí la anterior: la velocidad con que las movemos es determinante para generar ataques y para que esos ataques sean certeros. Creo que en general muevo las ranas a menor velocidad que la mayoría de los pescadores que me acompañan y muchas veces obtengo más ataques (no más capturas, porque no hay que olvidar mi manquismo incurable), así que me animo a afirmar que por lo común un movimiento corto, no muy veloz y alternado con pausas en las que dejo la rana quieta, es más efectivo que un desplazamiento rápido y regular.


Sobre la clavada con las ranas sigo pensando que es un asunto complejo que se va resolviendo a medida que se incorpora experiencia, pues la decisión de no esperar o cuánto esperar para cañar debe resolverse a partir de procesar la mayor cantidad posible de variables al momento del pique (me refiero a variables como la dirección de origen y la violencia del ataque, el tamaño estimado de la tarucha, la cantidad y el tipo de vegetación de la cancha). O sea que cuantas más cosas seamos capaces de observar y evaluar en un instante, más chances tendremos de ajustarnos a la situación del pique para resolverlo con eficacia. Para mejorar hay que detenerse a reflexionar sobre cada pique errado, sobre cada tararira perdida. La pesca, como cualquier otra actividad a cuya práctica nos lancemos con pasión, nos irá haciendo aprender, y aprender es precisamente pensar más rápido y mejor a partir de cada error. Dicho así parece dificultoso como una ecuación, pero a medida que sumamos experiencia salida tras salida, definir el tiempo para la clavada se va volviendo menos consciente y más automático. Es como con la música: primero hay que leer la partitura para aprender la obra, hay que tomar una decisión consciente para resolver cada nota, pero de a poco, con las repeticiones, la obra se incorpora a la memoria y después las notas salen solas, con lo que el músico empieza a disfrutar e interpretar como él quiere la obra.
Lo que sí puedo agregar a lo dicho en la nota anterior sobre la clavada con ranas, es que me ha resultado muy efectivo cañar de inmediato, sin esperar o esperando apenas un segundo, cuando se trata de tarariras chicas, de menos de un kilo, dado que por el tamaño de sus bocas una rana promedio les entra justo o incluso les queda encajada. Es decir que no tiene sentido esperar, porque la tarucha no puede acomodar la rana en su boca para tragarla; en verdad lo único que puede hacer una tararira chica con la rana, si no le quedó trabada en la boca, es escupirla, así que si esperamos unos segundos para cañar, lo que estamos haciendo es darle el tiempo necesario para librarse de nuestro engaño.


En cuanto al color de las ranas, me parece que no es determinante como sí lo es la forma en la que las accionamos. Sin embargo, es razonable pensar que según la luz y las condiciones del agua hay colores más o menos visibles, así que me atrevo a decir que en general las ranas negras o con cabeza negra reciben más ataques cuando el sol está bien alto y el agua es transparente, porque entonces el negro hace más contraste que otros colores (pensemos en el ángulo de visión desde abajo de las taruchas). En cambio, a última hora del día, cuando las tarariras suelen ponerse rabiosas, conviene usar ranas blancas, pero no para que las vean las taruchas sino nosotros: en la oscuridad creciente el color blanco es el que más se distingue y por lo tanto es el que nos permitirá apreciar mejor las circunstancias del pique.


Una situación en la que los buzzers me han resultado especialmente eficaces es cuando la vegetación orillera es muy densa y al pasar con las ranas por encima los ataques son siempre fallidos; en esa circunstancia desesperante, cuando ya movimos durante un buen rato las tarariras debajo de las plantas sin conseguir ningún pique neto, conviene cambiar de estrategia e insistir con señuelos bien ruidosos y revolvedores como los buzzers para lograr que las taruchas salgan al agua abierta y el pique se detone en los cincuenta centímetros contiguos al borde de la vegetación. Para eso hay que pasar muchas veces con los buzzers, tanto en paralelo a las plantas como en perpendicular, haciendo que el señuelo ingrese en las bahías que forma la vegetación.


Ya lo señalé en la nota anterior pero creo que vale la pena repetirlo porque es fundamental: el señuelo debe ser el explorador que recorra la geografía de la cancha, debe contornear todo hito que se destaque: orillas, islotes de tierra o vegetación, juncos o yuyos, ramas y troncos hundidos, grietas y piedras del fondo (si la transparencia del agua nos permite apreciarlos). Cuando la vegetación acuática forma cabos y bahías en su borde con el agua despejada, las tarariras suelen ubicarse en dos puntos: en el extremo de los cabos del lado contrario al que corre el agua (o sea que las taruchas asechan allí lo que la corriente pueda traerles), y en el extremo opuesto, bien al fondo de la panza de las bahías, donde el agua está más quieta (como si prefirieran esa calma para reposar).
He intentado varias veces pescar de noche en superficie y tuve buenos resultados tanto con tarariras como con doradillos gracias al jitterbug que, como hace mucho ruido, revuelve mucha agua y puede ser traído bien lento, permite que los depredadores lo puedan atacar incluso cuando no lo ven (de hecho tampoco lo vemos nosotros, es una pesca puramente auditiva y táctil, distinta).


Continuando con este tema de los señuelos de superficie y las horas para usarlos, quiero destacar que hay un momento del día, hacia el final de la tarde pero antes del atardecer propiamente dicho, en que por el ángulo en que incide la luz sobre el agua deja de producir esa reverberación (ante la que conviene usar lentes oscuros que atenúen o anulen el reflejo y nos posibiliten incluso pescar a pez visto) que molesta durante casi toda la jornada y, por el contrario, es como si la superficie del agua se iluminara, con lo cual se puede advertir con nitidez tanto el movimiento del señuelo como cualquier alteración del agua, ya sean las ondas del desplazamiento del artificial, ya sea la estela del movimiento de una tarucha. Es la hora indicada para probar la acción de los señuelos de superficie porque vemos hasta el más mínimo detalle de lo que provocan en el agua. También es la hora indicada para experimentar qué hacer cuando vemos la estela que delata que el pez está siguiendo el artificial, si acelerar o enlentecer o directamente frenar el señuelo. Ese momento previo al atardecer es como el laboratorio de los que amamos pescar taruchas en superficie, y encima tiene el premio de que después viene el momento de mayor pique de la jornada.


Precisamente, sobre las ondas que genera un señuelo de superficie hay un detalle que quiero destacar porque su observación, primero accidental y luego voluntaria, me fue útil varias veces. Ni bien cae al agua el señuelo, genera ondas concéntricas y luego, cuando le damos vida, ondas que se expanden principalmente hacia atrás y hacia los costados; la interrupción de esas ondas en superficie puede delatar la presencia en subsuperficie de una tararira o de una rama o de algún otro obstáculo hundido. No es tan notable como la estela que deja un pez al seguir al señuelo, sino algo mucho más sutil, una alteración o un corte en la manera en que las ondas se expanden, que puede ayudarnos a definir mejor a dónde lanzar en los tiros siguientes, ya sea para tentar a la probable tarucha o para esquivar la posibilidad de enganche.

Sobre las canchas y cómo entrarles
Siempre que se habla de pesca al golpe se piensa en dorados, pero me ha sucedido unas cuantas veces que las taruchas tomaran de inmediato el señuelo al golpear el agua, o casi de inmediato cuando apenas había tenido tiempo de empezar a recoger o darle un primer movimiento al artificial. No voy a desarrollar una teoría de pesca al golpe de tarariras porque me falta experimentar mucho para argumentar algo sistemático, pero sí puedo decir que en general ese pique instantáneo se dio en dos escenarios: por un lado, cuando en la orilla opuesta hay vegetación terrestre cuya fronda cae sobre el agua y forma un arco o un túnel que se vuelve un sitio de asecho perfecto para un depredador orillero como es la tarucha, si el señuelo entra justo por el hueco es muy probable que sea atacado; por otro lado, cuando la orilla opuesta es alta y tiene una barranca, o sea que el agua choca contra una pared de tierra, si el señuelo cae junto a la pared o pega contra la barranca y rebota al agua, también suele tener más chances de recibir un ataque que si cae agua adentro. Para aprovechar bien ese pique súbito, hay que ser cuidadoso en el casteo, tanto con la puntería como con la panza de mono o multifilamento: todo el tiempo que se demora en recoger la panza es tiempo perdido para clavar al pez que ya tomó el señuelo. Otro detalle a tener en cuenta es que si al golpear el agua el señuelo no fue atacado, de todas maneras llamó la atención de cualquier depredador que hubiere en el lugar, así que conviene no dejarlo quieto sino darle vida lo antes posible pero sin alejarlo de la orilla, es decir que el primer movimiento que le demos al artificial deberá ser rápido pero corto, para mostrar que es algo animado, y ahí sí hacer una pausa y dejarlo a la deriva unos segundos, dado que en general la tararira no suele ser tan veloz y directa como el dorado para decidirse a atacar lo que cayó al agua. No estoy diciendo con todo esto que hay que salir a golpear barrancas, o más bien barranquitas de arroyos, para pescar tarariras, simplemente señalo que en ocasiones puede resultar y por eso conviene estar atento.


La situación contraria a ese pique inmediato en la orilla opuesta, es el pique a nuestros pies, cuando estamos por sacar el señuelo del agua y recibe un ataque, ya sea porque la tarucha venía siguiendo el artificial y no lo habíamos advertido, o porque estaba apostada junto a nosotros. En general este pique se da después de un rato de casteo en el mismo lugar, probablemente porque el ruido y el movimiento llamaron la atención de la tararira, o porque en alguno de nuestros lanzamientos siguió al señuelo pero no llegó a atacarlo. Lo cierto es que también este pique es difícil de clavar debido a que nos sorprende (a veces hasta nos asusta), y además no hay la distancia suficiente para cañar con comodidad porque el señuelo ya está a centímetros de la puntera. Si por reflejo tratamos de clavar igual, lo más común es que le saquemos el artificial de la boca a la tarucha; en cambio, si dejamos que atropelle el señuelo y se lo lleve, si recién cañamos unos segundos más tarde cuando ya se alejó un poco de nosotros, entonces la secuencia es más probable que termine en captura y foto.


Al ir a una cancha que ya conocía en detalle y encontrarla totalmente alterada por la crecida del curso de agua, me fue muy útil para poder ubicar las taruchas en ese contexto nuevo con mucha más agua, recordar los puntos más playos de la costa en situación normal. Esos puntos se convierten con la crecida en desbordes donde las tarariras acuden como si les gustara tomar sol entre los pastos.


Por lo común el calor activa a las tarariras, pero no si es excesivo. Durante la temporada pasada sucedió que hubo temperaturas extremas, el calor superó ampliamente los cuarenta grados, por lo cual el agua hervía y era como si las taruchas hubieran desaparecido, incluso al atardecer. En esos días sólo conseguí pescar al amanecer y hasta las ocho de la mañana como mucho, para las nueve ya era imposible lograr un pique.
Por último, para esas circunstancias en que nada funciona y estamos a punto de darnos por vencidos, quiero aportar un consejo que me dio Marcos Aranda, un gran pescador uruguayo que me inició en la pesca de las tornasoles: cuando todo lo razonable no resulta, entonces hay que probar lo insólito. Cuando fracasó todo lo que la experiencia y el sentido común nos dicen que hagamos, probar lo diametralmente opuesto puede deparar una sorpresa. Así que agotados los recursos racionales, bien vale intentar lo absurdo: lanzar al lugar indebido, utilizar el señuelo incorrecto, y no sólo porque puede traernos una captura inesperada, sino también, fundamentalmente, porque nos lleva a enfrentarnos con nuestros límites mentales como pescadores: ahí quedan expuestas nuestras ideas preconcebidas, nuestros prejuicios y hasta nuestras vanidades, y de ese aprendizaje seguro que extraemos algo interesante.

  1. Sobre cómo usar y tunear las ranitas, hay dos notas fantásticas del señor Ramone en este mismo sitio: “Evitando el enganche I y II”. Si ya las leyeron, repásenlas, y si aún no lo hicieron, dejen esta nota y lean ésas, que brindan información mucho más útil y práctica.

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11 Respuestas

  1. Daniel Vanzo dice:

    Excelente nota!!! Yo hace muy poco (2 años) que pesco con señuelos, y en el caso de las taruchas, por las características de los lugares donde voy siempre he tenido éxito con las ranas antienganche… aún no pesqué ninguna con otros señuelos, así que todas estas notas me sirven y de mucho para seguir intentando… Gracias por compartir!!!

  2. marcos dice:

    muy buena gaby, un lujo leer tus notas y gracias por tenerme presente en tus conceptos, es un orgullo que gente como vos, de quien uno piensa nunca conocer en la vida, pueda llevar y aplicar conceptos e ideas pero sobre todo el compartir y departir como lo hicimos cuando anduvieron por aca, un lujo la verdad y un orgullo enorme contar con hermanos de pesca alejados a la distancia pero hermanados por esta pasión.-

  3. Ramiro dice:

    Muy buena nota, muchas gracias, en el último verano usé por primera vez las ranitas antienganche, Marine sport y unas chinas , en un arroyo cercano al Chuy, un paraiso increible, no sabía que convenía esperar unos segundos antes de clavar por este motivo es que erré aproximadamente unos 30 piques y solo pude sacar 2 , me daba cuenta que estaba haciendo algo mal pero como los piques se daban muy cerca de mis pies,la ansiedad me ganaba y metía la clavada casi casi como un ataque de epilepsia .
    Te felicito por la nota y muchas gracias por compartir

  4. Adrian dice:

    excelente tu relato,no hace falta agregar nada mas solo invitarte a descubrir los paraisos cordobeses q tenemos para taruchear q son varios y gracias a la conciencia de todos los amigos pescadores q conozco ,los cuidamos asi perduran en el tiempo.un gran abrazo.
    Adrian de cordoba capital

  5. Gaston dice:

    Hola excelente nota! Muchas gracias x compartir estas valiosas experiencias que nos sirven de mucho a todos. Si no te molesta te queria hacer una pregunta. Probaste cucharas giratorias que sean doble en vez de una. Las he visto pero nose que efecto tendrian en las tarus ya que al ser dobles seguramente hagan mas vibración pero al ser mas larga quedan alejadas del señuelo principal. Yo siempre uso de una cucharita tamaño 3 o 5 y la verdad es que es que son infalibles. Gracias!

    • Kind dice:

      Gracias a vos, Gastón, por tomarte el tiempo para leer y comentar. Conozco las cucharas dobles sólo de vista, nunca las usé, pero vi chicas, tamaño 2 o 3, así que supongo que tendrían que andar bien con las tarus. Por el largo no te preocupes demasiado (muchos señuelos montados de a dos son largos pero no dejan de ser efectivos), sí prestale atención al tamaño de las cucharas. Saludos!

  6. Kind dice:

    Gracias a todos por los comentarios, me pone muy contento que las notas les aporten algo. En cuanto pueda les voy a hacer una visita a las tarus cordobesas. Saludos!

  7. Seba Heguia dice:

    Jajaja me causa gracia tu capacidad para registrar y enumerar una infinidad de detalles muy útiles y la verdad es que al ponerlos en palabras uno toma real conciencia de variables que en el momento de vivirlas generan reacciones o disparan decisiones que parecen instintivas pero son la suma de experiencias que uno va guardando en el inconciente.
    Te felicito por tu capacidad de observación y por ser tan claro al desarrollarlo y exponerlo.
    Siga así profe que cuando las cosas no salen hay que agarrar el librito

  8. Latitud Sur dice:

    Muy interesante ese mix de cucharas y vinilos….sobre todo es que tienen efecto, sin dudas, es una pesca que lejos de estar resuelta sigue teniendo su tecnica dependiendo de cada situación….los peces reconoceran los engaños con el tiempo???
    Como siempre, muy didactico leer tus experiencias!

  9. negroaugusto dice:

    te felicito por la nota, muy clara y practica! y los tips que das son muy valiosos!!
    vi que sos de la plata y queria preguntarte por lugares cercanos para hacerle un tirito a las tarus por la zona.

  10. Leandro dice:

    Hola Gabi!!!!! Tanto tiempo!! A ver cuando hacemos una salida al rio,tengo un trucker!!!!