Pescados Capitales: La gula

Mis queridos manquitos! Espero que no me hayan extrañado demasiado. Decidí volver anticipadamente de mis vacaciones en la Polinesia, luego de pasar por Tanzania, para irme a pescar con los manquitos mayores: G.I. Ramone Spajic, Diego Koyote Aprigliano y el tío Omarcito Civale.
Con este relato inauguraré una serie de historias cuyo hilo conductor serán situaciones donde se manifiestan los peores pecados del mundo de la pesca: los “pescados capitales”.
El motivo mi regreso fue la invitación de Marcelo Domínguez y Gabriel Osuna para pescar sobre el río Uruguay a la altura de Concepción del Uruguay. Conocí Concepción a principios del ’70 o en el ‘69, no recuerdo bien, cuando con el padre de Marcelo realizábamos pescas espectaculares de dorados enormes con mojarrero y latita, encarnando con boga entera.

El equipo elegido para esta ocasión, en mi caso, fue una cámara fotográfica. Mucho calor para mí, así que decidí quedarme sentadito bronceándome y bebiendo Campari, mientras les enseñaba a hacer fotos como la gente a Koyote y Ramone, que se hacen los bananas de la composición, pero la realidad es no saben un carajo del tema.

La mañana venía tranquila, el río Uruguay tiene una geografía muy diferente a la del Paraná, por lo que la lectura del agua es distinta y cuesta algo más entenderlo, como para interpretar correctamente los lugares de acecho de los dorados, que era lo que los manquitos tenían intenciones de pescar.
Y digo “intenciones” porque no eran más que eso; si no estaba yo ahí arriba, diciéndoles donde tenían que poner el muñeco, no sé qué hubieran hecho. En fin…

Veníamos realizando una caída sobre uno de los brazos secundarios, el río bastante alto inundaba gran parte de la vegetación costera y la corriente pegaba contra un sarandí y marcaba una costura de agua linda en la punta. El tío Omarcito le sugiere a Ramone un palito tentador que estaba un poquito antes del sarandí, pero ahí intervine y le dije a Ramone: “No, no, no, querido, ahí no, tirale allá… A la salida”.
Y no va el suertudo (¡por no decir c— roto!) y de casualidad pone el señuelo justo donde le dije, pasando la costura, y cuando comienza a juntar, dos manijazos y ¡pum! ¡Pique! Un doradito de unos dos kilitos se prende y comienza a saltar. Comienza la lucha, uno, dos, tres saltos y Ramone entra en estado de desesperación… Ahí le dice a Koyote: “¡Hay otro, hay otro! ¡Tirale! ¡Tirale!” Se veía la segunda cola naranja y los destellos amarillos pegados al cangrejito prendido. Y sí, no era para menos, si yo les digo “tiren ahí” es por algo…

Cuando todo hacía suponer que el segundo dorado le iba a disputar el señuelo al pequeñín, con ese típico comportamiento “gaviota” tan común en estos peces, al grande le pareció más tentador comerse directamente a su hermanito menor. Abrió la boca grande y lo agarró por la cabeza, lo partió al medio, e intentó tragárselo. Tremendo aquelarre en el agua. Un espectáculo dantesco. El grande zapateaba con la mitad del doradillo en la boca. Todos mirábamos con la mandíbula desencajada el espectáculo sin poder creerlo. Se sumergen, desaparecen juntos en la turbidez del agua y cuando vuelven a salir a la superficie Ramone dice: “¿Podés creer que quedó prendido el grande?” ¡No podés ser tan c— roto Ramone!
Efectivamente, el grande salta solo, con el señuelo clavado inexplicablemente en la tijera. “¡Hiciste el cambiazo!” le gritaban todos. Pasó por debajo de la lancha y saltó un par de veces; cuando se rindió, Marcelo rápidamente lo tomó de la cola y lo levantó. Hermoso pescado de unos seis kilos, arriba de la embarcación. Sí, los manquitos lo habían logrado. ¡Pescaron un dorado bueno! Seguramente deben haber leído varias veces “¡Al palo!”

Algunas fotos para retratar el momento.

Para rematarla, cuando lo iban a devolver, el dorado decidió dejar un recuerdo más, como si no bastaran la anécdota y las fotos, y se prendió del mango de la caña, dejándole una bonita marca de guerra. Costó un poco sacarlo y ni bien abrió la boca lo devolvieron al agua, como corresponde.
Se fue con un coletazo fuerte como para seguir mostrando su furia y tanta adrenalina desplegada.

Y ahí termina la historia. Los manquitos siguieron pescando, con mis consejos, por supuesto, y guardarán esta anécdota increíble, donde la gula del dorado grande jugó en su contra.
Seguramente aprendió y no volverá a cometer este “pescado capital”.

PD: este mensaje va dirigido a todo el resto de los manquitos… Anoten: excelentes los servicios de los chicos de Pirayú Anglers. El río, hoy, está un metrito arriba de la altura ideal. Cuando esté en los niveles adecuados, seguramente la pesca explotará y con muy buenos tamaños, la zona es muy linda y se accede muy fácil por la Autovía 14 (desde CABA todo autopista, como a mí me gusta). Un muy lindo desafío para pescadores acostumbrados al río Paraná. La lectura de aguas es algo diferente y hay que ingeniárselas un poco para distinguir los puntos donde están los muchachos. Pueden contactarse con Marcelo Domínguez (03442-15-48-8926) y Gabriel Osuna (03442-15-40-8899).

¡Manquitos, no digan que no les avisé! Después se chocolatea el Paraná y andan llorando por los rincones… ¿Dónde hay dorados? ¿Dónde hay dorados? En Concepción, hay.

Nos veremos en el próximo Pescado Capital.

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2 Respuestas

  1. Víctor dice:

    Jajaja! Impecable. Muy buen relato. Un abrazo! VDV.

  2. Natalia Natalia dice:

    Decilo decilo C.U.L.O R.O.T.O….!!!!