TFM – Tarucha Fishing Man
(Homo Taruchensis)

Mis queridos manquitos, a pedido del público hago un stop en mi gira nocturna de hoy para volver a llevarles claridad a sus desdichadas vidas, que no son como la mía, por supuesto.
En este mundillo de la pesca señuelera existen varias castas, razas o mejor dicho rarezas estereotípicas (o “raritos”), que a pedido de mi club de fans iremos describiendo con el correr de los días, semanas, meses o años… No me pidan conducta ni estructura, porque escribo cuando se me canta y eso no sé muy bien cuándo ni por qué sucede.

El agraciado beneficiario en esta ocasión será una de las especies más raras de pescador con señuelos. Un extraño ser humano. Una versión de señuelero especial. Una variante de las tantas que pululan por ahí, pero que se comporta de manera distinta. Una versión más… (¿cómo decirlo?) “intrépida y sin límites”. Un aventurero de campo traviesa. Un soñador empedernido que busca eternamente ese lugar perdido, lleno de dinosaurios vivos, como los de las viejas películas de sábados de súper acción. Un experimentador nato. Un obsesivo de la búsqueda. En fin, un “enfermito” de los peores que podemos encontrar dentro del mundo farandulesco de la pesca con señuelos.
Estoy hablando del “Homo Taruchensis”, del latín “Homo”, hombre, y “Taruchensis”, fanático de la tararira. Y eviten el chiste fácil, porque esta clase de personaje es bien macho. Hay que ser macho para meterse donde se mete este espécimen a buscar esas turras. Nada de ir embarcado, con guía, tomando cerveza y pescando desde la lancha. Al tipo le gusta embarrarse. ¡Porque si no te embarrás pescando taruchas es porque no fuiste a pescar taruchas, carajo!
Como toda especie que se precie de tal, este individuo responde a distintos nombres vulgares: “taruchero”, “loco por las tarus”, “tarumaníaco”, “Tarucha Fishing Man (TFM)”, o mi preferido… “Taruchaman”.

Es como el nombre de un superhéroe, ¿no? “Taruchaman”, y justo se me ocurre un paralelismo: si a Spiderman lo picó una araña medio trastornada, al Taruchaman lo trastornó irremediablemente el pique de una tararira en superficie, allá en la tranquilidad de un rincón perdido, a la salida de un manchón de gambarrusa en alguna laguna bonaerense allá por mil nueve ochenta y pico…
Esa imagen imborrable de la explosión en el agua quieta que tiene grabada en la retina, lo calienta más que el culo de Pampita. El Homo Taruchensis entra en un estado de emoción violenta cuando el invierno nos comienza a dejar. Sufre como pocos esas tardes de sol brillante de agosto, los días de baja presión, esos primeros calores, los días con más de 20 grados, cuando el grueso de la gente se queja: “¡qué día pesado!”, ahí lo escucharán decir: “¡QUÉ DÍA PA’ SALIR A TARUCHEAR, EH!”.

Taruchaman tiene un extraño detector de actividad tarucheril: ¡las faldas femeninas! Cuando ve que la falda sube de la rodilla, hay grandes chances de que las hoplias estén activas. A medida que la pollera se acorta, aumentan las posibilidades, y ni hablar si ya afloran hombros descubiertos. No puedo dar fe de que esta práctica tenga un sustento real, pero es una buena excusa para mirar minas, ¡PRUÉBENLO!
Taruchaman es un andante empedernido de los caminos de tierra. La búsqueda es su lema y nada, pero NADA, lo detiene. Incluso, con el correr del tiempo encontró herramientas y se tecnificó. Ahora pasa largas horas buceando en el Google Earth, intentando encontrar accesos a pesqueros perdidos en el medio de la nada. Hilos de agua son recorridos con la mirada, la lupa y la imaginación. Pero claro, tantas horas frente al monitor suelen causar efectos alucinógenos y en su mente aparecen ríos en el desierto. Toda esa planificación inútil hace que salga a la “recorrida” creyendo que va a encontrar el paraíso, el cielo de las taruchas, como ningún otro lo encontró jamás, cuando en realidad nunca sabe a ciencia cierta qué le va a deparar la jornada. Bajo estas condiciones, el éxito en las expediciones de Taruchaman se mide simplemente por “encontrar algo”, y no por la cantidad ni el tamaño de lo que encuentre.

En el lugar de pesca, los límites para lograr el objetivo no existen. No hay alambrado que lo detenga, a riesgo de recibir un escopetazo o una descarga del boyero solar, traicionero. Éste es el momento en el que aparece el lado masoquista del taruchero. ¿Cómo explicar si no el caminar sobre barro putrefacto, hediondo? Semienterrado, lidia con los insectos más diversos, porque no sólo de mosquitos y tábanos se trata. Atraviesa matorrales y totorales con el riesgo de encontrar alguna bicha amiga, pincharse con los cardos, vadear con el agua a la cintura con algas colgando de las piernas como pesas, llenas de sanguijuelas, y exponerse largas horas a los rayos ultravioletas con las quemaduras del caso (aquel pescador que ose autodenominarse Taruchaman y que no haya vuelta a su casa como un camarón Bombay no se merece el título), y la falta de líquido provocada por el calor. Todo esto, obviamente, cargando una tonelada de señuelos, porque “¡no vaya a ser que justo quieran el que dejé en el auto!”
Este espécimen es un obsesivo del señuelo perfecto. Pasa interminables horas, sobre todo las invernales, buscando y buscando más ruido, más sonajero, más quilombo, mejores anzuelos, el antienganche que no toque un pasto pero que clave todos los pescados, pone y saca hélices, pone y saca cucharas, colitas de goma, dobla paletas, combina, corrige y vuelve a corregir, es una hormiga obrera tratando de resolver esta obsesión.
Si tiene pileta en casa, bueeeeno, eso ya es el súmmum del taruchero. La mantiene limpia todo el año con el pretexto de ahorrar agua y cuidar el planeta… ¡Las pelotas!, quiere la pileta siempre cristalina para poder probar los señuelos y ver bien cómo nadan y cómo debe trabajarlos. Para Taruchaman no existe nada más orgásmico que el blog, blog, blog de un jitterbug, NADA, ni tener una historia con la sueca.

En la mitología taruchera existe la creencia de que hay una cueva perfecta, esa que busca el Taruchaman. Allí habitan tarariras de 4, 5 y 6 kilos. Un mito, como dije. Obviamente es inaccesible, deshabitada, sólo él tendrá acceso, luego de gastar litros y litros de nafta, recorriendo arroyos, charcos, lagunas, tajamares y cualquier clase de espejo de agua que se le cruce en el camino. Y hay que ver dónde es capaz de parar el auto y tirar. Está el que tira el auto al costado del camino y empieza a patear con el mapita que se armó del Google-maps, y también el que se mete por caminos que ni siquiera marca un GPS y hasta atropella una oveja al grito de “¡ES POR ACÁ!”
Los motivos de esta adicción (sí, “adicción”, otro término no lo podría definir mejor) son inexplicables. Sólo los podrán entender los que sienten esto como vos y como yo, los más enfermos de todos los locos que pescan con muñequitos, los Taruchaman.
Hasta aquí llegamos, mis queridos manquitos, porque acaban de pintar una botella de Jack Daniel’s y una morocha que parte la tierra, me fui con ellas, nos vemos pronto, por ER.

Guiyote

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9 Respuestas

  1. Tan locos que siempre estamos pensando en la próxima….mejor? …igual?, no importa mientras sigamos esperando la siguiente.
    Algún dia le voy a contar estimado Guiyote el encuentro cercano con las bichas, pero primero le haré saber del susto que me pegué….contagiado al amigo que me acompañaba.
    Un abrazo…..Walter

    Pd.: avise paisano en una de esas andadas por ER.

  2. Lucas dice:

    Me sentí identificado con lo del google earth

  3. Zaidecano dice:

    Notable!!-perfecta descripción !!

  4. Abel dice:

    Cuando aparece el calorcito de fin de invierno me pongo en estado de éxtasis mistico! Y llegué a estar pescando tarus con el agua a la altura del pecho. El taruchero es muy particular, es una raza aparte como bien lo describis

  5. juan dice:

    Nunca tan identificado con tantas cosas, con todas de echo!

  6. taruchaman dice:

    Qué buen relato!!!! Sin lugar a dudas soy un taruchaman!!!!!
    Saludos y buena pesca!

  7. leo dice:

    Excelente descripción hermano. Me siento tan identificado con todo. Me sale por los poros eso de buscar y buscar y caminar y siempre esperar un charco por ahí, es algo q no puedo evitar. Incluso he ido en agosto a ver si movia alguna, todo embargado, cagado de frio, quien carajo me manda!!!! Pero es hermoso. Una especie de adicción. Excelentemente escrita la nota. Abrazo

  8. Jose de zarate dice:

    Perfectamente descripto al taruchero.soy un adicto a la pesca en general pero la q mas me gusta es la de tarus c señuelo en lugares inospitos,alejados,bizarros,morbosos… abrazo.

  9. Jhony dice:

    Excelente y muy acertada descripción