Un sábado de locos

Es el segundo año consecutivo en que ocurre. En agosto, dias antes o quizás el mismo día en que las tarariras vuelven a la actividad.  Cuando el receso invernal ya no es más tolerado por estos individuos que empiezan a desesperar, este grupo de locos se reúne, convocado por la AAPS (Asoc. Argentina de Pesca con Señuelos).
¿A que se reunén? A cambiar figuritas…

Algunos ya se conocen entre sí, otros no tanto, pero entre estos pescadores lo fundamental es la camaradería y la buena onda.
Tímidamente empiezan a desplegar sus pequeñas colecciones con la intención de mostralas, de tentar con ellas a otros y finalmente de renovarlas.
Cada uno carga una selección de muñecos. Algunos llevan todo lo que tienen, otros eligen para la ocasión sólo aquello que les interesa cambiar.

Algunos cambian porque no usan “ese” señuelo, porque les sobra uno, porque lo tienen repetido o en demasiados colores  o porque simplemente no les dió resultado. Y todos sabemos que lo que a un pescador no le da resultado para otro pescador puede convertirse en su señuelo más efectivo.

Solo una regla hay, no debe haber dinero de por medio. Fuera de eso, vale todo.
Uno por uno, dos por uno y hasta algún loco soberbio consigue tres señuelos a cambio de uno solo de su colección.

El valor no está escrito, lo define la ilusión que uno le pone al señuelo en el cual se fija, conjugado con el interés que ponga “el otro” en el contenido de la caja del primer interesado.
Ese señuelo es hoy la presa del pescador y éste desplegará todas sus armas para quedarse con él.

Entre anécdotas, experiencias y fábulas de pescadores los muñecos pasan de mano en mano. Los cambios se hacen de común acuerdo entre ambas partes, sin mediadores.
Aunque a veces las voces de afuera arengan para dar mas valor a uno que a otro y obligan a redoblar la apuesta del más interesado.

Finalmente, se sella la “transferencia” con un apretón de manos y una sonrisa.
Matizada con café y facturas la reunión transcurre y cada vez hay más cambios concretados. Esta mecánica se repite infinidad de veces en este día especial.

Pasado el furor del trueque colectivo, la jornada se cierra con algunos sorteos y regalos a los concurrentes.
A esta altura queda poco por hacer. Cada uno de los presentes reúne su botín, y vuelve a casa contento, sin lamentar nada de lo que dejó a cambio de sus nuevos señuelos.

Así la pasan estos locos.

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Agradezco muy especialmente a Sebastían Díaz y Jorge Sánchez por las imágenes del manicomio.